lunes, 2 de diciembre de 2013

MITOS DE DIOSES Y SERES MITOLOGÓGICOS




ZEUS:

Fue el dios del trueno, el relámpago y el rayo y ocupó el primer lugar entre las divinidades greco-latinas, siendo su culto el más extendido.
En su altar se ofrecían sacrificios de animales, como la cabra, el cordero y el toro blanco, pero nunca se sacrificaron humanos.
Zeus es el dios Júpiter de los romanos, es el que sostiene el universo por medio de una serie de luchas y con sus dones de clarividencia, poderío y conocimiento todas las cosas.


Tras hacerse adulto, Zeus obligó a Crono a regurgitar primero la piedra (que se la dejó a Pitón bajo las cañadas del Parnaso como señal a los hombres mortales, el Ónfalos) y después a sus hermanos en orden inverso al que los había tragado. En algunas versiones, Metis le dio a Crono un emético para obligarlo a vomitar los bebés, y en otras Zeus abrió el estómago de Crono. Entonces Zeus liberó a los hermanos de Crono, los Hecatónquiros y los Cíclopes, de su mazmorra en el Tártaro y mató a su guardiana, Campe. Como muestra de agradecimiento, los Cíclopes le dieron el trueno, el rayo o el relámpago, que habían sido previamente escondidos por Gea. En una guerra llamada la Titanomaquia, Zeus y sus hermanos y hermanas junto con los Hecatónquiros y Cíclopes, derrocaron a Crono y a los otros Titanes, que fueron encerrados en el Tártaro, un lugar húmedo, lúgubre, frío y neblinoso en lo más profundo de la Tierra y allí quedaron custodiados por los Hecatónquiros. Atlas, uno de los titanes que luchó contra Zeus, fue castigado a sostener la bóveda celeste.
Tras la batalla con los Titanes, Zeus se repartió el mundo con sus hermanos mayores, Poseidón y Hades, echándoselo a suertes: Zeus consiguió el cielo y el aire, Poseidón las aguas y Hades el mundo de los muertos (el inframundo). La antigua tierra, Gea, no podía ser reclamada y quedó bajo el dominio de los tres según sus capacidades, lo que explica por qué Poseidón era el dios de los terremotos y Hades reclamaba a los humanos que morían.
Gea estaba resentida por cómo Zeus había tratado a los Titanes, porque eran sus hijos. Poco después de subir al trono como rey de los dioses, Zeus tuvo que luchar con otros hijos de Gea, los monstruos Tifón y Equidna. Zeus derrotó a Tifón atrapándolo bajo una montaña, pero dejó a Equidna y a sus hijos con vida como desafío para futuros héroes.

POSEIDÓN

Poseidón, el gran dios del mar que reinaba sobre los mares y todos los medios acuáti­cos, era hijo de Cronos y de Rea, y hermano mayor de Zeus. Era uno de los 12 dioses mayores que habitaban en el Olimpo, aunque casi siempre estaba en su palacio bajo las aguas y sólo visitaba el Olimpo cuando quería ver a los otros dioses.

Cronos y los otros titanes (ver Cronos y Titanes, Los) habían reinado hasta que Zeus inició una guerra contra ellos. Pero tras la victoria de los jóvenes dioses Zeus, Hades y Poseidón, el mundo quedó dividi­do entre ellos. Zeus dominó el cielo y Po­seidón el mar. Siendo el rey de todos los dioses, Zeus dominaba además la tierra, el territorio neutral en el que el dios del mar se hacía notar a través de los terremotos. El iracundo Poseidón era temido como «el que sacudía la tierra», según palabras de Homero, e instigaba las mareas más abruptas y las tormentas en alta mar.
Poseidón no aceptó de buena gana que su hermano fuese el soberano de todos los dioses. En una ocasión llegó a conspirar contra él, con la ayuda de Hera y Atenea, para intentar derrocarle. Los tres maquinaron la forma de encadenarlo, pero la nerei­da Tetis vino a rescatarlo y llamó al gigan­te de 100 brazos Briareo, de extraordinaria fuerza, para que acudiese al Olimpo. Allí se situó junto al trono de Zeus en actitud amenazante y consiguió sofocar la rebelión.
El temible y caprichoso dios del mar, con el que los navegantes debían llevarse bien, fue adorado en todo el mundo griego y romano. Se han conservado numerosas imágenes suyas como una figura imponente con su barba y su tridente, arma que utilizaba para pescar y que había sido un regalo de los cíclopes, que también le dieron a Zeus los rayos y a Hades el casco que lo hacía invisible.


DEMETER

Deméter (en griego antiguo , ‘diosa madre’ o quizás ‘madre distribuidora’,) es la diosa griega de la agricultura, nutricia pura de la tierra verde y joven, ciclo vivificador de la vida y la muerte, y protectora del matrimonio y la ley sagrada.
En el Sudeste de la antigua Europa reinaba siempre la  eterna primavera. El lugar era plácido y bello; todo estaba verde y hermosas flores se podían contemplar durante todo el año. El caminante se dejaba embriagar por los olores, las sensaciones, los colores de toda la tierra de su alrededor.  En este lugar de la tierra  el invierno era desconocido, al igual que el hambre y el dolor.
 Todo esto era posible por que la región se encontraba bajo el beneplácito de la Diosa Demeter.
 Demeter, la gran Diosa,  amaba esta colorida tierra, ella que es la mismísima naturaleza y que todo en ésta se produce por que ella así lo quiere, hacía partícipe de su felicidad a  todo aquel que este lugar moraba. Su felicidad fue más completa con el nacimiento de su hija Persefone.
 Persefoné creció entre los bellos campos que su madre hacía florecer en una maravillosa armonía. Paseaba por los verdes prados, entre las flores, se zambullía en los lagos y disfrutaba de cada segundo que en la naturaleza vivía.
 Un día Hades, el Dios del otro mundo, que viajaba con su carro con dos negros corceles, visitó la zona donde la joven Persefone cada día paseaba. Al verla quedo irremediablemente enamorado y decidió llevársela consigo al otro mundo.  
 Al caer la noche, Demeter echando a su hija en falta, inició su búsqueda. En cada mano llevaba una antorcha, y con ellas encendidas peregrinó durante nueve días con sus correspondientes noches. Al amanecer del décimo día, el Sol que observa todo lo que sucede, se compadeció de ella y confesó quien se había llevado a su hija.
 Demeter enfureció, llenándose de ira y rabia, hizo partícipe de su tristeza a toda la  humanidad. Demeter desistio de sus funciones habituales como dadora y procuradora de toda vida. La tierra quedó totalmente yerma al ser privada del beneplácito de la Diosa.
 La humanidad entera sintió la tristeza de la Diosa, así como todos los Dioses del Olimpo que fueron a quejarse a Zeus.
Hades cedió, pero antes de liberar a la muchacha hizo que ésta comiese algunas semillas de granada que la obligarían a volver con él durante cuatro meses al año. Feliz de reunirse de nuevo con su hija, Deméter hizo que la tierra produjese flores primaverales y abundantes frutos y cereales para las cosechas. Sin embargo, su dolor retornaba cada otoño cuando Perséfone tenía que volver al mundo subterráneo. La desolación del invierno y la muerte de la vegetación eran consideradas como la manifestación anual del dolor de Deméter cuando le arrebataban a su hija. Deméter y Perséfone eran veneradas en los ritos de los misterios de Eleusis. El culto se extendió de Sicilia a Roma, donde se veneraba a estas diosas como Ceres y Proserpina.

AQUI OS MOSTRAREMOS UN VIDEO QUE RELATA LA HISTORIA DE PERSÉFONE Y DEMETER:





ORFEO

No hacen mención de Orfeo ni Homero ni Hesíodo, pero era conocido en la época de Ibico (ca. 530 a. C.), y Píndaro (522 — 442 a. C.) se refiere a él como «el padre de los cantos».

La historia más conocida sobre Orfeo es la que se refiere a su esposa Eurídice, que a veces es conocida como Agriope. cuentan de Eurídice que murió al ser mordida por una serpiente mientras huía de Aristeo y En las orillas del río Estrimón, Orfeo se lamentaba amargamente por la pérdida de Eurídice. Consternado, Orfeo tocó canciones tan tristes y cantó tan lastimeramente que todas las ninfas y todos los dioses lloraron y le aconsejaron que descendiera al inframundo (catábasis) en busca de su amada. Camino de las profundidades del inframundo, Orfeo tuvo que
sortear muchos peligros; empleando su música, hizo detenerse los tormentos del inframundo (por primera y única vez), y, llegado el momento, ablandó los corazones de Hades y Perséfone, que permitieron a Eurídice que volviera con Orfeo al mundo de los vivos, pero con la condición de que él caminase delante de ella y no mirase atrás hasta que hubieran alcanzado el mundo superior y los rayos de sol bañasen a la mujer.
A pesar de sus ansias, Orfeo no volvió la cabeza en todo el trayecto: ni siquiera se volvía para asegurarse de que Eurídice estuviera bien cuando pasaban junto a un demonio o corrían algún otro peligro. Orfeo y Eurídice llegaron finalmente a la superficie. Entonces, ya por la desesperación, Orfeo volvió la cabeza para ver a su amada; pero ella todavía no había sido completamente bañada por el sol, y aún tenía un pie en el camino del inframundo, así que se desvaneció en el aire, y esa vez para siempre.
Según relata
 Platón, los dioses del infierno sólo presentaron a Orfeo una aparición de Eurídice. No le entregaron a su amante porque les parecía que se mostraba cobarde, como buen citaredo, y no había tenido el arrojo de morir por amor, sino que había buscado el medio de penetrar con vida en el Hades. 

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